Auschwitz-Birkenau
DEJADO CAER UN viernes, 28 de noviembre de 2014 A LAS 5:16 || 0 comentarios
¡Buenos días, buenas tardes, buenas noches! Sí, sigo viva. Metafórica, literal y literariamente viva. Pero estos han sido -y están siendo y van a ser- unos meses realmente ajetreados y cargados de novedades y de experiencias y de viajes y fotos (y ojalá también de escritos pero por ahora, desgraciadamente, no). Es lo que tiene el estar lejos de casa y haber venido a este país de invierno llamado Polonia a vivir durante un año. Es lo que tiene ir de un lado para otro y aprovechar a hacer fotos de cada paso que das. Aunque hoy, en realidad, vengo a hablar de pasos en el pasado. De caminar por los caminos ya dibujados por la historia. Y estas fotos,  en realidad son un pedazo de viejo mundo de viejo dolor, de horrores que siguen grabados en nuestros huesos y que ojalá nunca vuelvan a grabarse en la piel.


Vengo a hablar del suelo de tierra que sigue doliendo pisar, del alambre de espino que sigue hablando de sangre, que corta el cielo, que arranca la libertad del aire. Del cuerpo. Vengo a hablar de edificios construidos con ladrillo, con cuatro paredes, y un tejado, y ventanas. De la forma más mundana de erigir una cárcel. De la forma más humana de erigir un infierno. Y de su interior, de las habitaciones llenas no solo de cuerpos, no solo de vidas frágiles y a punto de acabar, si no abarrotadas de dolor, de fantasmas, de recuerdos. Porque a veces no hace falta más que poner varios ladrillos, uno encima de otro, y construir un muro. Y a veces, ese muro es algo más que ladrillos, es algo más que una construcción. A veces, ese muro, pervive en nuestro interior. Para siempre.

















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